Dejaré que tus besos me revienten la boca...

Las manos de Pasifae... foto: cortesía del mentao en este escrito...
"Dejaré que tus besos me revienten la boca..." le escribí esta noche al hombre que en la plaza me ha visto más hermosa que nunca y tan taurina como siempre.

Le escribo porque es lo que puedo, aunque a veces la tinta desaparezca por el duelo que envuelve mi corazón. Yo lo amo y él lo sabe... 

Sé bien que él me amaría menos si fuese perfecta, si tuviera una cabellera pelirroja y me detuviera a la crítica cinematográfica, o viviera repasando mis notas literarias donde la semiótica rodara de labio en labio hasta llegar a su boca. Sé que me amaría menos porque yo me hartaría pronto de ser lo que sus caprichos de hombre insaciable le exigen de mí. Yo remataría contra las tablas hasta despitorrarme. 

Pero he de ser bregada, me he de entregar hasta romper... 

En los primeros lances no me he visto boyante, escondí lo que traigo porque presentí la puya. Y alegre fui al caballo de la contraquerencia ese que parecía una roca... que sentí como una roca... Ahí también estaba tu amor, tu distancia y tu dolor que es también el mío porque tu sangre es también la mía...

Luego vendrían las banderillas un par tras otro me ha dejado aturdida porque no fuiste tú quien me las puso. Nada de gloria tienen los arponcillos, pero mi bravura se puso a prueba y de ahí salí entera, lista para que tu muleta me llevara, me meciera, me templara...

Pude oler el agua que le caía encima a tu muleta, también la borrachera del mundo que nos observa; las insolencias que te gritan, me pegan; retumban una tras otra, las injurias contra nuestro amor... Yo voy con una arrancada franca, a veces con la cara alta y entonces me destroncas con doblones, pero luego me entrego y persigo esa ondulante aguaflor que es la muleta hasta ir humillada y noble, entregada totalmente a tu amor. 

Suelo sentir la arena en los belfos y el calor de tus muslos muy cerca de mi cuerpo, pero sigo embebida en tu muleta, y si la cambias de mano... los reflejos de tus oros apenas puedo verlos, eres en ese instante un fantasma de torero, un destello que no entiendo. Los diamantes de mis cuernos han presentido tus tobillos y qué hacer si te has quedado quieto. Ahí, en ese momento de luz y toreo están tus besos recorriendo mi cuerpo... Y no quiero otra boca reventando mis adentros, ni una muleta distinta que me lleve a la muerte tras chiqueros. Quiero que tus besos me revienten la boca, quiero que tus muslos sigan marcando mi sendero y tu cintura sea mi seguro  epicentro... Pero nada es cierto. Sé bien que serías feliz de ser menos complaciente con el tendido, sé bien que te aburres con facilidad de mis cuentos taurinos, sé bien que soy una falsa jabonera que calimochea, que se escupe de la suerte, que desparrama la vista. Sí, a veces me aquerencio y te llevo hasta las tablas y tú sufres porque las faenas son en los medios . Sé bien que he destrozado tu traje en un par de volteretas innecesarias y que en este momento estás hasta la madre del léxico taurino porque mucho nos ha separado.

Lo sé el intruso desde hace unos años se llama Toro, pero prometo lidiarlo para que no vuelva a separarnos. 

Comentarios

  1. Lo dijo don Renato, gran poeta, aficionado y tío de torero:

    "Sabia virtud de conocer el tiempo;
    a tiempo amar y desatarse a tiempo;
    como dice el refrán: dar tiempo al tiempo...
    que de amor y dolor alivia el tiempo..."

    Todo a su tiempo, que lo que "no es en tu año, no es en tu daño", dice la popular sabiduría.

    Felicidades por el "año II".

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