Ayer fue un buen día...

Disfruté de la libertad del que no tiene trabajo, de la risa y belleza de mis amigas, del joven que de repente me trató como una diosa... por el puro gusto de amarme como lo que para él soy. Recordamos viejos tiempos y me insistió que abandonara los toros y el humo que me consume los pulmones de a poco. Le dije que no, que mejor fuese él quien lo abadonara todo... su loca idea de casarse, su tonto sonsonete de erudito...

Para ninguno funcionó y nos despedimos...

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