Déjame que te cuente que son ya una realidad
De 26 a 14. 12 años
de diferencia en el año de nacimiento.
Uno en Guanajuato y el otro en Mérida, aunque ambos debutaron con caballos
el mismo año, 2009. Uno en Casaviejas, Ávila (Esp) y el otro en Acho, Lima (Per).
Ayer domingo 11 de diciembre en señalada fecha de celebraciones a la Virgen de Guadalupe, el mayor escribió tempranamente una página histórica en su carrera. Hizo honor a su dinastía al cortar un rabo en esa plaza, en fecha que su fallecido padre, Rey del arte torero en México, cortara su última oreja en vida por el año 1994.
El menor, sin ser doctor en Tauromaquia todavía, ha laureado su arte
por diversos países taurinos en Europa y América al llamado de su precocidad y tiene claro que asumirá la maestría como el más joven de la historia. Su reto. Ayer toreó también. Lo hizo en el Perú, en la ciudad de Arequipa y salió a hombros una vez más, con su par El Andi, joven y precoz figura taurina de mi país.
Los conocí en el momento que vinieron a torear a la Bicentenaria plaza de toros de Acho en Lima.
Vinculo sus historias, relaciono sus vidas, porque los dos tienen algo en común desde equidistantes puntos taurinos y vivenciales. Aunque debo decir Silveti y Michelito, me gusta más decir Diego y Miguel. Ellos son ya una realidad del toreo mexicano, americano. Y eso es importante para la Fiesta.
El mayor nació un 24 de setiembre de 1985 y el otro, 12 años
más joven, llegó para ser torero el día uno de diciembre de 1997. Ambos llevan sangre torera en sus venas. Uno de dinastía que ha transitado el toreo
por cuatro generaciones en América. El
otro empieza a escribirla al protagonizar la segunda y fuera iniciada en los
Pirineos taurinos franceses en Vic Fezensac y asentada en tierras americanas
por su padre.
Uno empezó tarde su vocación, y a ser torero, porque antes debió
concluir una licenciatura en relaciones internacionales aunque le tocó vivir de
cerca la luz y las sombras, la vida y la
muerte del toreo. El otro, por el
contario, se estrenó en público con 7
años, siendo un niño, y bien podría decirse que aún lo es porque apenas con
14 recién cumplidos y debe compartir su pasión con el escuela. Un teenager
que lleva más de 300 festejos toreado, marcando hitos en
su corta pero intensa carrera.
El grande, se
presentó en la plaza más importante de
su país, al tiempo que confirmó su doctorado español, el pasado 4 de diciembre, mismo que recibió del mítico José Tomás. El pequeño vivió su estreno en ese escenario en el 2010 en la temporada de novilladas.
Ayer domingo 11 de diciembre en señalada fecha de celebraciones a la Virgen de Guadalupe, el mayor escribió tempranamente una página histórica en su carrera. Hizo honor a su dinastía al cortar un rabo en esa plaza, en fecha que su fallecido padre, Rey del arte torero en México, cortara su última oreja en vida por el año 1994.
El menor, sin ser doctor en Tauromaquia todavía, ha laureado su arte
por diversos países taurinos en Europa y América al llamado de su precocidad y tiene claro que asumirá la maestría como el más joven de la historia. Su reto. Ayer toreó también. Lo hizo en el Perú, en la ciudad de Arequipa y salió a hombros una vez más, con su par El Andi, joven y precoz figura taurina de mi país.
El mayor, aún cuando el triunfo de hoy trae recuerdos del pasado, personifica
el presente más auténtico del toreo
mexicano. Con forja a la antigua escuela, nutriéndose de su propia historia, a través de
su abuelo, su tío y su padre a quien tiene siempre presente. Y eso le aporta a su toreo un especial
sabor, amén de naturalidad y frescura, personalidad fraguada en la cuna del toreo por
aquello de la competitividad.
El pequeño acaso lo
vive en sentido inverso, al haber bebido
de fuentes europeas su afición, a través de su mapa genético, pero con un
marcado y personalísimo toreo metido en la cabeza, y desarrollado y madurado
hoy, en casa y tempranamente por un don especial, talento o genialidad, lleva
consigo técnica y concepto, naturalidad,
facilidad y personalidad inusuales para tan corta edad. Es el presente y seguro que será el futuro
inmediato.
Hoy desperté y se me antojó encontrarle -y contarte- relación a sus
historias. Los conocí en el momento que vinieron a torear a la Bicentenaria plaza de toros de Acho en Lima.
Vinculo sus historias, relaciono sus vidas, porque los dos tienen algo en común desde equidistantes puntos taurinos y vivenciales. Aunque debo decir Silveti y Michelito, me gusta más decir Diego y Miguel. Ellos son ya una realidad del toreo mexicano, americano. Y eso es importante para la Fiesta.
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